Dícese de la enfermedad que entra por los ojos y sale por la billetera. La instagramitis pide más likes que real, que un pastor agallúo un domingo en la mañanita. La instagramitis duele menos si se está conectado a un WIFI y da más duro si se posee un iPhone. Cuando se tiene Android y se navega a punta de saldo, la enfermedad casi no da porque no hay mucho que exhibir. La instagramitis genera en la persona que la padece una serie de síntomas que son: felicidad eterna, guardarropa nuevo e interminable, comida más fotogénica que cachorros de perrito, rostros frescos después de amaneceres incontables en rumbas inimaginables y un largo etcétera que como dice el chamo del meme: no lo vas a entender y tampoco te lo voy a explicar.